La Genética, esa gran ciencia desconocida... o no.
Más de una vez hemos escuchado en las noticias el
descubrimiento de alguna terapia génica que ayuda a tratar el cáncer o varias
pruebas que nos permitirán vivir más años de los esperados. Aunque parezca que
la genética es una ciencia abstracta, casi imperceptible, hoy en día nos
encontramos con miles de avances relacionados con ésta. Avances que nos auguran
un futuro brillante donde al fin erradicaremos enfermedades y problemas que
asolan el mundo. Puede sonar como el final feliz de un cuento, pero aún quedan
centenares de años para que esto sea posible.
Antes de seguir expandiendo nuestra mente a un mañana lejano,
vayamos al corazón de esta ciencia: el gen.
Imaginad que tenéis un enorme ordenador con miles de
funciones, todas ellas diferentes. Cada una de ellas se activa gracias a un
código específico y diferente del resto. Con sólo darle al enter de nuestro teclado, ese código hace que nuestro ordenador
escriba una palabra en una hoja en blanco.
Pues el cuerpo humano es exactamente igual.
Un gen es una molécula que contiene una información
específica, siendo capaz de cambiarla a lo largo del tiempo (es lo que
conocemos como mutación, aunque de
eso ya nos ocuparemos más adelante). Dicho gen puede replicarse y ser
transferido a otro organismo diferente al que lo porta. Básicamente, un gen es
el núcleo de la maquinaria que nos mantiene vivos. Gracias a él, tenemos las
características que tenemos, como el color del pelo, los ojos, la forma de las
orejas, los órganos vitales... etc.
Muchos han buscado insaciablemente durante miles de años la
base de la vida. Pues hoy te la voy a mostrar aquí, mi querido lector. El conjunto de
genes de un organismo es la base por la cual le permite hacer todas las
funciones que le mantienen vivo. Ese conjunto de genes tiene un nombre: genoma.
Cada vez que escuchéis algo así como el
genoma humano, significa que es el conjunto de códigos que tiene nuestra
especie.
¿Qué forma tiene un gen? Un código informático nos parece
algo abstracto, imposible de ver físicamente. Con los genes pasa algo parecido,
pues es imposible mirarlos por un simple microscopio. Pero tienen estructura y
cada una de esas partes tiene una finalidad que permite la funcionalidad de
éste.
Quisiera dividir el concepto de la estructura de un gen en dos partes. Una de ellas es bien
conocida por todos, ya sea porque la hemos dibujado sin querer en el cuaderno
de clase mientras soñábamos despiertos o porque la hemos visto alguna vez
publicada. Esta estructura es la doble
hélice de ADN.
Vaya, hemos añadido otra palabreja más al vocabulario: ADN o
Ácido Desoxirribonucleico.
Si, os reto a decirlo 5 veces seguidas sin equivocaros.
¿A quién se le ocurrió la genial idea de llamar así a una
estructura apenas perceptible por el ojo humano y la cual era difícil creer su
existencia? Realmente, fueron tres científicos que, gracias a los rayos X,
descubrieron dicha estructura: Rosalind Franklin, James Watson y Francis Crick.
En muchos libros, encontraréis el nombre de la “estructura de
ADN de Watson y Crick”, pasando por alto que las imágenes de rayos X fueron
autoría de Rosalind Franklin, una química que contribuyó en la comprensión del
ADN, ARN y los virus. Pensad también que en esa época, las mujeres que trabajaban en la ciencia tenían un camino muy difícil por la mentalidad que había en esa sociedad.
Pero nunca es tarde para darle el reconocimiento adecuado.
Ponerle cara a una de las bases de la vida fue una revelación
en el siglo XX, pues ya tenían el pistoletazo de salida para entender cómo los
genes se transmiten de una generación a otra y abrieron las puertas a otras
investigaciones donde se estudió con más detalle la estructura de un gen.
Aunque eso, amigos, os lo contaré en el próximo post.
¡Nos vemos!
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